Rosario Central vs. Estudiantes de La Plata. Liga Profesional 2025.
Rosario Central en la previa de su enfrentamiento ante Estudiantes de La Plata.

Torneo Apertura

Central sigue vivo, ¿está para campeón?

12/05/2025 | 17:19 | Faltan tres partidos. Dos en el Gigante. El sueño, más vivo que nunca. Y no es un accidente: es consecuencia directa de competir con seriedad, hambre, y una idea que, más allá de fallas, se sostiene. 

Claudio Giglioni

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Pasaron ya tres días del triunfo de Rosario Central sobre Estudiantes y, a diferencia del análisis inmediato y caliente que suele dominar la conversación post-partido, este es el momento justo para detenerse y entender el valor real de lo ocurrido.

Porque no fue una victoria más: fue una muestra de carácter, de temple colectivo, de convicción para pelear un campeonato que aún está lejos, pero ya no parece imposible.

Fue una victoria justa. Justa por lo hecho en el torneo y justa también en el desarrollo del partido. Central fue más. Con sus limitaciones, sí. Sin brillar, es cierto.

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Pero con una presión en mitad de cancha que condicionó a Estudiantes desde el arranque y con una intensidad que, aunque algo caótica por momentos (en gran parte por la falta de claridad de Malcorra), le permitió plantarse en campo rival. Y eso, en estos partidos parejos donde el que duda pierde, es mucho decir.

La otra cara fue Estudiantes. Un equipo con más juego en tres cuartos, más elaboración, sobre todo cuando Palacios y Medina lograron encontrar grietas. Pero que se desmoronó con las malas decisiones de su entrenador, Eduardo Domínguez.

El cuarto cambio, el momento en que Carrillo no podía ni caminar, y una lectura táctica que terminó por regalarle espacios y tiempo a un Central que no perdonó. No fue sólo un accidente, fue también impericia.

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La figura del Patón Quintana se agranda con el correr de los días. No solo por el gol, sino por lo que transmitió desde el fondo: solidez, presencia, liderazgo. Como esos caudillos de antes, que jugaban y hacían jugar. Coronel, otro destacado, fue una muralla hasta que Quintana se robó los reflectores. Y lo de Copetti merece una mención especial: dejó de ser ese delantero que iba a todas sin ganar ninguna y se convirtió en uno que gana casi todas. Fundamental.

Domínguez, por su parte, podrá quejarse del arbitraje (con razón si hubo falta previa al segundo gol, algo que ni las repeticiones terminaron de aclarar), pero el enojo exagerado deja entrever una incomodidad más profunda: la de haber sido superado desde la estrategia.

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Este Central no enamora, pero compite. Como Huracán, su próximo rival, es un equipo que no brilla, pero está. Que resiste. Que juega con lo que tiene. Pero con un detalle importante: Central ya dejó atrás a un Estudiantes que, en la previa, parecía el obstáculo más complejo en el camino hacia el título.

Faltan tres partidos. Dos en el Gigante. El sueño está más vivo que nunca. Y no es un accidente: es la consecuencia directa de competir con seriedad, con hambre, y con una idea que, más allá de sus fallas, se sostiene en la convicción de un equipo que no se resigna.

¿Está Central para campeón? No lo sabemos. Pero está, y eso ya es muchísimo.