La quinta pata del gato

Qué es mejor: ¿El lomo de burro o el cinemómetro y por qué es el cinemómetro?

 

26/04/2024 | 11:14

Adrián Simioni

Adrián Simioni

Buena noticia. Desde el jueves, en la ciudad de Córdoba, habrá controles de velocidad. Puede ser el puntapié para que dejemos de comportarnos como bestias al volante.

Hasta ahora la Municipalidad había sido, digamos, indiferente al tema. Por suerte, en marzo le donaron dos cinemómetros, que son esos aparatos que usa la Caminera en las rutas, y entonces se puso las pilas. Cuestan unos 20 mil dólares. Una ciudad como Córdoba no debería tener problemas. Pero hizo falta una donación de la Asociación Internacional de Jefes de Policía para que se pusiera las pilas.

Al principio no habrá multas. Me voy a enterar por el Cidi que el lunes que viene yo iba como un loco por la Monseñor Pablo Cabrera o que vos andabas como una desquiciadada por la Armada Argentina. Pero no vas a tener que pagar nada. A ver si tomamos conciencia.

Y más adelante –espero que no demore tanto– empezarán a correr las multas.

Por qué es tan importante si funciona y si se amplía. Primero, porque vamos a ser mejores, vamos a manejar mejor. Segundo, porque vamos a ahorrar mucho. Tercero, porque va a ser más justo. Y cuarto, porque la Municipalidad va a dejar de destruir y en lugar de eso podrá construir.

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A qué me refiero. Hasta ahora el principal método de la Municipalidad fue la aberración de los lomos de burro. Los lomos no sirven para que cambiemos de hábito, sólo para que frenemos en lugares que ya conocemos. El resto es campo libre para que sigamos jugando con la vida. Son carísimos: revientan los trenes delanteros de todos los autos. Sólo un cambio de amortiguadores cuesta unas 250 lucas. A 700 mil coches que hay en la ciudad, ponele que cada cinco años haya que cambiarlos, son, agarrate, 35 mil millones de pesos al año. Con eso se compran 200 colectivos urbanos, un tercio de todos los coches que hoy circulan en Córdoba. Ponele que estemos exagerando: que sea el 10% de eso. 3.500 millones de pesos.

No solo es caro. Es injusto. A eso lo tienen que pagar los que son cuidadosos para financiar a los bestias. Es como si fuera una moratoria de impuestos constante: a la imprudencia la pagan los hijos de la pavota, siempre los mismos.

Y, por último, la Municipalidad va a poder dejar de hacer exactamente lo contrario de lo que debe hacer. El rol del Estado es construir calles, no destruirlas. Es asfaltar calles de tierra, no poner obstáculos de cemento para destruir las calles que ya están asfaltadas.

Cualquiera que haya ido a Madrid, a Santiago de Chile o a Miami puede darse cuenta de la anomalía que significa que haya cada vez más lomadas, un absurdo que destruye la infraestructura, golpea los bolsillos, no nos mejora como conductores y, encima, castiga a los buenos y libera a los malos. Chau lomo, bienvenido cinemómetro. Que no decaiga.

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