Opinión: muy buena

Por Francisco Vidal.

"Es demasiado, esto no puede ser real". Esa puede ser una primera reacción a "La garra de hierro", la película protagonizada por Zac Efron que por más que aparente ser un film deportivo, es más bien un drama desgarrador. Y lo cierto es que todo sucedió realmente. 

El film de Sean Durkin que estrenó en cines este jueves está basado en la historia de vida de los hermanos estadounidenses Kevin, Kerry y David Von Erich, que dejaron su marca en la lucha libre profesional allá por los '80. Pero más bien son recordados por las tragedias que los rodearon y que los llevaron a pensar que su familia estaba maldita.    

Este legado comienza con su padre Fritz (un implacable Holt McCallany después de brillar en la serie "Mindhunter"), quien supo dejar una huella con su movimiento "La garra de hierro", pero que no logró lo que siempre anheló en su carrera deportiva. Y por eso depositará toda esa presión en sus hijos. 

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La competencia entre ellos lleva a que el protagonista sea Kevin (Efron) y sus inseguridades personales, en el medio de la tensión que su padre le deposita ante sus sueños frustrados.

Con muy buenos aires ochentosos, lo que empieza como un relato apasionado de la época, lleno de amor y combates, se convierte cada vez más en un profundo drama familiar cargado de tragedias. Parece mentira que todo les hayan sucedido de esa manera.

"La garra de hierro", injustamente olvidada en los Oscar, es la historia de una familia norteamericana que intenta sobreponerse al drama con la carga de llevar la autoexigencia al extremo. 

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Zac Efron hace un trabajo memorable en lo que puede haber sido una de las grandes actuaciones de su carrera, desde lo físico hasta lo emocional. Jeremy Allen White, en tanto, también hipnotiza como su hermano Kerry después de su actuación consagratoria en la muy buena serie "El oso". Lily James, Harris Dickinson, Maura Tierney, Aaron Dean Eisenberg y Stanley Simmons son otros de los integrantes del elenco.

Al que quiera ver una película de acción y peleas, no está en el lugar correcto. La masculinidad tóxica, los mandatos familiares y el peso de la tragedia se condensan en cambio en un drama en el que el deporte solo es el trasfondo.